El Feng Shui es un sistema filosófico oriental que estudia desde tiempos muy antiguos el flujo de energía para lograr una ocupación consciente del espacio. Su objetivo es generar una influencia energética positiva y armónica para que quienes habitan esos espacios se sientan satisfechos y tengan una mejor calidad de vida.
Literalmente significa “viento y agua”, ya que en sus comienzos se trataba de una forma de conocimiento que estudiaba los cambios de la naturaleza, como los vinculados con el clima y los astros.
El Feng Shui tiene muchísimas aristas, y analiza en profundidad cómo debe ser la disposición y el contenido de cada espacio que habitamos. Por eso no es sencillo abarcarlo completamente.
Pero para empezar, debes conocer tres aspectos fundamentales sobre los que se basa toda esta filosofía.
Para la cultura china, todo lo que forma parte del mundo físico está dotado de una "energía vital" llamada chi o qi.
Su flujo se modifica según la disposición del espacio y la orientación de los objetos, y su objetivo principal es generar energía positiva en nuestra vida.
El chi se divide en dos elementos, que también son fundamentales para entender el Feng Shui:
EL YING Y EL YANG
Seguramente has oído hablar alguna vez de este concepto, pero en el Feng Shui toma una dimensión especial. En primer lugar hay que entender que el Ying y el Yang son elementos opuestos pero interdependientes y complementario: si hay uno, hay otro.
De acuerdo a la cosmogonía china, el Ying y el Yang están presentes en todo lo que forma el Universo, pues absolutamente todo tiene una cara y un reverso.
En el caso del chi, entonces, también tiene dos caras, una positiva y una negativa. La idea del Feng Shui es resaltar el “chi bueno”, por sobre el malo.
El chi se considera bueno cuando fluye con suavidad. Trae buena suerte, felicidad y prosperidad.
Por su parte, el chi malo trae mala suerte y dificultades financieras si este se estanca o se desplaza con tanta rapidez que se desvanece de inmediato.
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